domingo, 14 de septiembre de 2014

¿Dietas viales o sentido común?



 
Nuestras Ciudades necesitan ponerse a dieta. Fuente: Un Lector en Accion
Una de las cosas de las que no podemos escapar, es de esa máxima económica que dice que estamos en un mundo con recursos finitos y necesidades infinitas. La ciudad, al igual que ese mundo del que hablan los economistas, en una realidad que no escapa de esa máxima; ésta, alberga personas con necesidades no solo infinitas sino siempre cambiantes.


Otra de las cosas que también es ineludible es el hecho de que como civilización, hemos aprendido que la ciudad es el invento humano que permite satisfacer de la forma más económica posible [referido a la máxima que mencionamos anteriormente] esas necesidades que llamamos infinitas. Sin embargo, la llamada racionalidad económica se encontró con el problema de que el ser humano no es un ser racional del todo por lo que debemos, desde lo individual hasta lo social, atender esta verdad.

En el momento quizá más glorioso de nuestras ciudades en el mundo, nos enamoramos de un modelo que dependía de un petróleo barato, movilidad personal [carro particular] privilegiada, y ciudades cada vez más distantes entre sí y más esparcidas en el territorio. ¡Grave error! Después de la crisis económica mundial del 2008, no fue coincidencia que las ciudades que mejor pudieron manejarse a través de la tormenta fueron aquellas totalmente opuestas al modelo moderno [carro-céntrico] de aquellas ciudades del boom de la post-guerra.

Estas tres cuestiones íntimamente relacionadas entre sí, nos traen al tema de los Road Diets o las “Dietas Viales”. Esta política surge por muchas razones, siendo la principal una de seguridad. De acuerdo al Department of Transport de EEUU, estas dietas pueden reducir los accidentes de tránsito hasta un 29%, y en ciudades pequeñas hasta un 50%. Aunque la idea no es nueva, el hecho de que las dietas viales estén respondiendo ahora a unas consideraciones económicas indica un cambio en las formas en que hacemos ciudad, ahora desde una perspectiva más moderada y de menor despilfarro.
 
La funcion principal de las dietas viales es reducir los puntos de conflicto. Fuente: Iowa Department of Transport
Las dietas viales tienen como objetivo reducir la cantidad de conflictos en la vía. Esto quiere decir que se reducen el número de vías para circular y se colocan vías compartidas de giro [un concepto que no se utiliza en Venezuela]. Sin embargo, los verdaderos beneficios de las dietas viales están fuera de las vías. Reducir el espacio vial, significa que existe más espacio que puede ser utilizado para otros modos de transporte –como la bicicleta, y para aumentar el espacio destinado al peatón. Además, estos cambios invitan a desarrollar usos del suelo alternativos que aprovechen mejor esta “congestión peatonal creada” que permite generar oportunidades económicas adicionales. Por último, las dietas son una política relativamente barata puesto que los cambios requeridos no suponen creación de nueva infraestructura sino la reutilización de la existente.
 
Una tipica dieta vial: De cuatro canales a ciclovias, dos canales y cana compartido de giro. Fuente: PCCSC
Sin embargo, el problema real de estas “dietas” no es la dieta en sí misma. Es que hayamos tenido que llegar al punto de necesitarlas. Es una cuestión de sentido común que las vías de las que dispone una ciudad sirvan a todos y no solo al vehículo. Tuvimos que pasar por una crisis económica para darnos cuenta que los asuntos de la ciudad también deben ser tratados con racionalidad económica. La necesidad de vías que acomoden de forma representativa y democrática, a los diferentes usuarios [peatones, bicicletas, transporte público, vehículo particular, etc.] es fundamental porque las vías y el espacio público que la calle representa deben estar vertidos al servicio de los usuarios más desfavorecidos.

Las dietas están para quedarse sin duda alguna. Pero como en nutrición, siempre es mejor comer de la manera adecuada. Es decir, siempre es mejor que la ciudad esté orientada a crear espacios de calidad –que además movilicen la mayor cantidad de personas posible, y que permitan al peatón disfrutar de las oportunidades de la ciudad.

En Venezuela, tenemos que comenzar por reclamar el espacio que le pertenece al peatón. Las aceras no son estacionamientos, las calles tampoco lo son [a menos que así este señalado]. Las ciudades no pueden estar pensadas para atravesarlas todos los días por necesidad, sino que deben estar pensadas para recorrerlas con ganas de vivirlas. Pero para ello, deben garantizar que los que no tienen carro [la gran mayoría] no necesiten de dietas para que se les respete su derecho a la ciudad –como diría Lefebvre. Sin embargo a nuestras ciudades no solo le salen dietas, sino que también les toca empezar a “comer mejor”, por así decirlo.

¡Es una cuestión de sentido común!

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