jueves, 28 de julio de 2016

Superando el cliché de la participacion


¿Existe el diseño participativo? ¿O es simplemente una etiqueta de marketing que usan los arquitectos y urbanistas? Esta es quizás la pregunta central detrás de muchas de las intervenciones y proyectos que vemos por las ciudades latinoamericanas, pero que no sabemos contestar. En primer lugar, porque la interrogante sobre qué podemos definir como ‘participación’ dentro de la actuación urbana se encuentra en constante discusión. ¿Qué es eso que entendemos por participación? ¿Cómo se hace? ¿Qué métodos son necesarios para que efectivamente se afirme que existió participación en un determinado proyecto? Sobre la línea de estas cuestiones se desarrolló el pasado 16 de Mayo una charla titulada “¿El diseño participativo existe?”, donde el director del Msc Building and Urban Design in Development de la University College of London, Camilo Boano, desarrollo algunas ideas sobre el tema de la participación. Aquí algunas reflexiones…


Uno de los planteamientos centrales que recae sobre el tema del diseño participativo es la oportunidad que se presenta para pensar sobre lo urbano. Si hablamos de participación, estaríamos hablando sobre el qué tipo de ciudad queremos; pero cuando hablamos de diseño, nos tenemos que referir al cómo la queremos. Hablar de diseño participativo, nos invita a vernos como hacedores de ciudad. Bajo esta perspectiva, es posible plantear el primer problema o reto. Como menciona Boano en la charla, existe dentro del diseño participativo “una tensión entre poder, autor y saber” que plantea unas interrogantes importantes como ¿quién dirige el proceso participativo?, ¿de quién es el producto final? y ¿quién funge de experto en este proceso? En este sentido, estas tres variables [poder/autor/saber] pudieran representar tres ejes sobre los cuales se desarrolla la participación.

Así, es posible aseverar que el diseño participativo existe. Circunstancial, no universal, pero existe. En palabras de Boano, “el urbanismo participativo no existe como modelo”. Es decir que no es posible generar un modelo de participación universal que pueda ser replicado en todas partes. La participación será siempre tan contingente como el medio en el que se desarrolla, entendiendo que incluso las mismas condiciones pueden generar procesos diversos de participación. En consecuencia, nos encontramos con el segundo problema del diseño participativo: su caracterización. Para esta interrogante, Boano expone tres alternativas [o adjetivos] para darle un rol especifico a diferentes expresiones de este fenómeno. Estas son:
1.       De emancipación, vinculado con las prácticas insurgentes.
2.       De reconocimiento, relacionado con prácticas inclusivas.
3.       De activación, enlazadas a prácticas reconciliadoras o post-conflicto.


En cualquier caso, estas caracterizaciones tienen en común que las tres buscan comunicar una realidad. No resulta sorpresivo que la participación como fenómeno haya surgido como oposición a la planificación urbana centralizada. La realidad es que cada vez más existe una necesidad de  construir la ciudad de manera compartida, a fin de lograr que las intervenciones y planes urbanos reflejen las aspiraciones de las sociedades e individuos que serán afectados y/o beneficiados. Lo que nos lleva a la tercera y última interrogante: ¿Cuál es el rol del diseño participativo? Desde lo local, este debe ser un instrumento que reconecte el tejido social para empoderarlo; desde lo metropolitano, la participación debe permitir la construcción de narrativas comunes a todos.

No debemos olvidar que el diseño participativo no es garantía de éxito. La construcción de la ciudad es un proceso iterativo, lleno de aciertos y fracasos. Sin embargo, la participación debe ser ya no un aditivo a los procesos de transformación urbana, sino un elemento clave que permita vincular todas las formas de vida que se dan dentro de la ciudad con su construcción. Hablar de procesos participativos en las ciudades latinoamericanas, debe entenderse como un proceso constante, cuyo resultado tiene que ser no simplemente un proyecto urbano, sino trayectorias de construcción futura de un mejor lugar para vivir. El diseño participativo existe, pero es necesario entenderlo como algo que debe expresarse en cada realidad a ser transformada y no como un método a ser replicado. Sólo de esta forma es posible superar su banalización. Diría Boano: “la participación no se puede enseñar, se descubre…”.

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