La realidad de las ciudades
venezolanas es una llena de pobreza y desigualdad. De acuerdo con Cilento
(2000), estos problemas –incluidos el desempleo y las fallas de gobernabilidad,
son los factores de mayor vulnerabilidad e insostenibilidad de nuestras
ciudades. Este último, se debe en gran medida a la inhabilidad de las políticas
nacionales, estatales y municipales de ofrecer una oferta adecuada de vivienda
a la siempre creciente población de nuestras ciudades. Afirma Marcano (2003)
que hasta hace poco se pensaba en la erradicación de los barrios como una
solución, pero que por la magnitud de recursos financieros necesarios para tal
empresa, particularmente en Venezuela, esta visión se ha derrumbado.
Es necesario entonces plantear un
reenfoque del problema de la vivienda. Salas (1999, c. p, García, p. 18),
menciona que “el llamado sector informal es hoy el gran constructor
de América Latina…”. Esta afirmación permite apuntar que existen en el sector
informal las capacidades para satisfacer su propia demanda de vivienda. En
efecto, los cálculos de Alfredo Roffé (2003) citados por Cilento (2008), lo
aseveran:
Entre
1990 y 2001, en Venezuela se construyeron 1.630.000 alojamientos calificados
como aceptables. En el marco institucional formal unos 660.000 […]; mientras
que el sector popular, espontáneo o informal, construyó unas 970.000 unidades,
es decir el 60% del total de viviendas consideradas como aceptables y casi el
doble de lo hecho por el sector formal. (p. 14)
Esto quiere decir que es fundamental reformular
las políticas en materia de vivienda, no sólo para aprovechar y potenciar las
capacidades del sector informal sino también para que los recursos del Estado
estén dirigidos a necesidades que la población es incapaz de satisfacer por sí
misma, como la construcción de vialidad, equipamientos, servicios de
infraestructura, etc.
El objetivo de este Ensayo es hacer
una apología de la vivienda progresiva como herramienta fundamental de una
política nacional de vivienda. Principalmente porque, como menciona Cilento
(2008), el problema siempre ha sido lograr “condiciones para que la gente pueda
acceder a un alojamiento y un entorno urbano de calidad” (p. 16).
Como se ha de apuntar
posteriormente, la vivienda progresiva tiene una serie de beneficios y ventajas
en comparación con otras políticas en materia de vivienda. Sin embargo, antes
es necesario conocer cuáles fueron los desaciertos de las políticas actuales
para ilustrar el cómo puede la vivienda progresiva ser una solución viable al
problema de vivienda.
Diversos autores señalan
diferentes problemas con las políticas actuales en materia de vivienda, aunque
éstas se centran en el índole financiero, es posible esbozar otros
inconvenientes de carácter político y social. Cilento (2000, 2008) señala que
el enfoque tradicional de “viviendas completas” dejó de tener vigencia cuando
los costos de las viviendas superaron el ingreso de las familias, teniendo como
consecuencia un permanente vaivén entre soluciones precarias y viviendas de
cuestionable calidad. Además, agrega que la causa yace en el espejismo de recursos
abundantes que propulso un modelo insostenible desde el punto de vista
financiero y puesto de manifiesto cuando entramos al siglo XXI con la
producción más baja de viviendas desde los años sesenta. Genatios y LaFuente
(2004) señalan que los mecanismos de pago de vivienda a largo plazo se vuelven
insostenibles en un contexto de alta inflación, como es el caso Venezolano. Por
último, Cilento (1996) añade que el Estado tuvo que diseñar una “categoría de
productos (viviendas) para una categoría de consumidores (familias)
institucionalmente definidos, independientemente de las variantes económicas,
sociales y ambientales.” (p. 105).
Estas consideraciones sobre las
fallas de las políticas actuales han puesto de manifiesto dos problemas
fundamentales: encontrar soluciones habitacionales que sean de bajo costo, fáciles de financiar y que respondan
a las realidades económicas, sociales y ambientales de las distintas
poblaciones que las políticas nacionales actualmente atienden.
Aunque existen suficientes conceptos
de vivienda progresiva útiles a los propósitos de este ensayo, es necesario
enfocarnos en los fundamentos teóricos del debate sobre el tema. Cilento (1996
y 1999) apunta en sus escritos a unos
aspectos fundamentales de la vivienda progresiva: la calidad –citando a Aalto
(1940), la gradualidad –citando a Urdaneta (1994), la cualidad de la vivienda
de ser un producto de consumo individual, y el planteamiento de una vivienda
que germina con financiamiento a corto plazo –citando a Cilento (1994). Algunos
autores sostienen que la vivienda progresiva contiene solamente las
características básicas necesarias, ayuda
a priorizar necesidades y permite la expansión de acuerdo a las
posibilidades de quienes la habitan (Agustín, 2009; Genations & LaFuente,
2004; Greene & Rojas, 2008). De acuerdo a estas consideraciones, la
vivienda progresiva puede ser definida como una solución al problema de vivienda donde se parte un núcleo básico
habitacional que permita la expansión gradual, de acuerdo a las posibilidades y
necesidades de quienes la habitan, hasta alcanzar una vivienda completa de
calidad y financiable a corto plazo.
Con base en esta conceptualización,
es posible adentrarnos en los beneficios de la vivienda progresiva. En primer
lugar permite que familias de bajos ingresos puedan a acceder a una solución
habitacional que, como mencionan Ferguson y Navarrete (2003; c. p.
Fernandez-Maldonado & Bredenoord, 2010), es una virtud inherente de la
vivienda progresiva. El acierto más importante no es quizás el hecho de que se
puedan ofrecer soluciones habitacionales a bajo costo sino que, como menciona
Cilento (2008), ésta permite:
…un conjunto de
acciones coordinadas que creen condiciones para que la gente de menores
ingresos pueda acceder al mercado del trabajo o desarrollar actividades
productivas, acceder a la educación, salud, seguridad social, seguridad de
bienes y personas, justicia oportuna, y pueda mejorar sostenida y
progresivamente su calidad de alojamiento y la de su entorno, es decir, de la
ciudad en su conjunto. (p. 22)
Esto quiere decir que la vivienda
progresiva responde, en efecto, a los problemas de calidad urbana de las
ciudades. La idea de que los mismos ciudadanos puedan tener la capacidad de
generar sus propias soluciones habitacionales permitiría al Estado capacidad
financiera para embarcarse en proyectos de carácter urbano, los cuales no son
posibles hoy en día por la presión financiera y logística que supone ofrecer
soluciones habitacionales completas –con comprobados resultados negativos.
Las implicaciones nacionales de un
programa de esta índole son difíciles de conocer pero nos permite hacer
conjeturas sobre los cambios que estas acciones tendrían sobre las políticas
nacionales de vivienda. La capacidad que tendrían las familias de procurarse alojamiento
adecuado permite liberar al Estado de grandes presiones financieras que
permitiría reenfocar los recursos monetarios y humanos en políticas diferentes
como, por ejemplo: 1) planes de adquisición anticipada de tierras con
infraestructura y servicios básicos; 2) plan de rehabilitación integral de
barrios y subsiguiente legalización de la propiedad; 3) recuperación progresiva
de áreas deprimidas y zonas populares y; 4) una gestión eficiente de los
servicios públicos (Cilento, 2009). Otras funciones de una política nacional de
vivienda seria las de atender las necesidades técnicas de las personas que
actualmente utilizan sistemas de construcción rudimentaria (Jan Bazant; c. p.
Agustín, 2009, p.2) y formular planes de desarrollo urbano de mediano y largo
plazo (Cilento, 2004).
El fracaso de las políticas actuales
y la situación alarmante que viven nuestras ciudades tienen que venir
acompañados de un proceso de reflexión sobre estos temas fundamentales. Como
menciona Cilento (2000; 2009) estas reflexiones debe encaminarse a reconocer el
esfuerzo de las comunidades organizadas y de las autoridades locales, al mismo
tiempo que se deben buscar a través de estas políticas una profundización de la
democracia, la descentralización, la ética en todos los ámbitos del poder
público y demanda de mayor sentido de responsabilidad social, ambiental y ética
a la empresa privada.
Esto quiere decir, y siguiendo la
línea de argumentación que plantean Genatios & LaFuente (2004), que debemos
poner principal atención a los verdaderos actores sociales: los pobres; y que
además se debe poner el foco en una dinámica que genere calidad de vida, proponga y posibilite horizontes
de desarrollo y crecimiento cualitativo y colectivo y nos ayude a renunciar a
la creencia de un Estado omnipotente que resolverá todos nuestros problemas.
La realidad es que debemos
descentralizar los procesos de promoción y producción de viviendas, al mismo
tiempo que reforzamos las capacidades locales para atender a este problema. Es
necesario en ese aspecto adentrarnos en los temas que se han esbozado en este
ensayo para llevar a la palestra nacional soluciones que realmente busquen
remediar el problema habitacional, porque como bien menciona Cilento (2000): “El
problema de calidad de vida de la población venezolana y de penuria
habitacional es y seguirá siendo urbano” (p. 23).
@jomagumo
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