¿Existe el diseño participativo? ¿O es
simplemente una etiqueta de marketing
que usan los arquitectos y urbanistas? Esta es quizás la pregunta central detrás
de muchas de las intervenciones y proyectos que vemos por las ciudades
latinoamericanas, pero que no sabemos contestar. En primer lugar, porque la
interrogante sobre qué podemos definir como ‘participación’ dentro de la
actuación urbana se encuentra en constante discusión. ¿Qué es eso que
entendemos por participación? ¿Cómo
se hace? ¿Qué métodos son necesarios para que efectivamente se afirme que
existió participación en un
determinado proyecto? Sobre la línea de estas cuestiones se desarrolló el pasado
16 de Mayo una charla titulada “¿El
diseño participativo existe?”, donde el director del Msc Building and Urban
Design in Development de la University College of London, Camilo Boano, desarrollo algunas ideas sobre el tema de la
participación. Aquí algunas reflexiones…
Uno de los planteamientos centrales que recae
sobre el tema del diseño participativo es la oportunidad que se presenta para
pensar sobre lo urbano. Si hablamos de participación, estaríamos hablando sobre
el qué tipo de ciudad queremos; pero
cuando hablamos de diseño, nos tenemos que referir al cómo la queremos. Hablar de diseño participativo, nos invita a
vernos como hacedores de ciudad. Bajo esta perspectiva, es posible plantear el
primer problema o reto. Como menciona Boano en la charla, existe dentro del diseño
participativo “una tensión entre poder, autor y saber” que plantea unas
interrogantes importantes como ¿quién dirige el proceso participativo?, ¿de
quién es el producto final? y ¿quién funge de experto en este proceso? En este
sentido, estas tres variables [poder/autor/saber] pudieran representar tres
ejes sobre los cuales se desarrolla la participación.
Así, es posible aseverar que el diseño
participativo existe. Circunstancial, no universal, pero existe. En palabras de
Boano, “el urbanismo participativo no existe como modelo”. Es decir que no es
posible generar un modelo de participación universal que pueda ser replicado en
todas partes. La participación será siempre tan contingente como el medio en el
que se desarrolla, entendiendo que incluso las mismas condiciones pueden
generar procesos diversos de participación. En consecuencia, nos encontramos
con el segundo problema del diseño participativo: su caracterización. Para esta
interrogante, Boano expone tres alternativas [o adjetivos] para darle un rol
especifico a diferentes expresiones de este fenómeno. Estas son:
1.
De
emancipación, vinculado con las prácticas insurgentes.
2.
De
reconocimiento, relacionado con prácticas inclusivas.
3.
De
activación, enlazadas a prácticas reconciliadoras o post-conflicto.
En cualquier caso, estas caracterizaciones
tienen en común que las tres buscan comunicar una realidad. No resulta
sorpresivo que la participación como fenómeno haya surgido como oposición a la
planificación urbana centralizada. La realidad es que cada vez más existe una
necesidad de construir la ciudad de
manera compartida, a fin de lograr que las intervenciones y planes urbanos
reflejen las aspiraciones de las sociedades e individuos que serán afectados
y/o beneficiados. Lo que nos lleva a la tercera y última interrogante: ¿Cuál es
el rol del diseño participativo? Desde lo local, este debe ser un instrumento
que reconecte el tejido social para empoderarlo; desde lo metropolitano, la
participación debe permitir la construcción de narrativas comunes a todos.
No debemos olvidar que el diseño participativo
no es garantía de éxito. La construcción de la ciudad es un proceso iterativo,
lleno de aciertos y fracasos. Sin embargo, la participación debe ser ya no un
aditivo a los procesos de transformación urbana, sino un elemento clave que
permita vincular todas las formas de vida que se dan dentro de la ciudad con su
construcción. Hablar de procesos participativos en las ciudades
latinoamericanas, debe entenderse como un proceso constante, cuyo resultado
tiene que ser no simplemente un proyecto urbano, sino trayectorias de
construcción futura de un mejor lugar para vivir. El diseño participativo
existe, pero es necesario entenderlo como algo que debe expresarse en cada
realidad a ser transformada y no como un método a ser replicado. Sólo de esta
forma es posible superar su banalización. Diría Boano: “la participación no se
puede enseñar, se descubre…”.
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