Las nuevas practicas urbanas deberian ser una construccion colectiva. Fuente: www.nextcity.org |
Hace poco me topé con un artículo en
inglés titulado “Reimaginando
la Planificación en el Sur Global Urbano” [el Sur Global es todo el
hemisferio sur del planeta] en donde hablan, en corto, de 6 puntos que el autor
considera claves para transformar la forma en la que pensamos. En Venezuela no
hay duda de que necesitamos actualizar las formas y los contenidos con los cuales
se desarrolla el urbanismo en el país. El hecho de que nuestras leyes en
materia de urbanismo daten de la década de los 80s dice mucho de la ardua tarea
que queda por hacer. Sin embargo, no por ello debemos dejar de pensar en los
cambios que deben darse en la práctica del urbanismo en nuestro país.
Si tuviéramos que analizar cuales
pudieran ser los cambios necesarios para mejorar nuestro urbanismo, sin
duda ayudaría reflexionar en esos 6 puntos de los que habla el artículo. Estos
puntos serán tocados de la siguiente forma: en cursiva un resumen de lo que
plantea el articulo seguido de un comentario. ¡Aquí les va!
1.
Reimaginar la planificación es un proceso normativo. Existe una pregunta crucial en el tema de la planificación relacionada
con los valores y la visión con la que construimos ciudad. Un elemento
fundamental se la capacidad de construir ciudad con base en el tipo de sociedad
en la que queremos vivir. “La democracia importa en todo esto – es una posición
política”. Sin duda
alguna lo fundamental es entender que hacer ciudad es un proceso político más
que cualquier otra cosa. El urbanista, o el hacedor de ciudad, debe entender
que cumple un rol político; el rol de conjugar, o de guiar en la construcción de,
una propuesta donde confluyan los intereses, necesidades y aspiraciones de un
conjunto disímil de grupos de personas. Estas relaciones de poder, y el
producto de esas relaciones expresada en el espacio urbano construido, son en
parte lo que vemos en nuestras ciudades. En Venezuela, estas relaciones de
poder sugieren que la ciudad seguirá dividida en cuanto las prácticas generan dinámicas
de división. Los cambios normativos que
pide el urbanismo en nuestro país, deben buscar un proceso más democrático.
2.
Reimaginar la planificación requerirá replantear nuestro entendimiento
de las ciudades y de la planificación. Aunque se habla de planificación y práctica,
la teoría importa. Pero una teoría accionable. Se habla de cambios
fundamentales de los paradigmas. Y son estos cambios los que necesitamos para confrontar
una agenda transformativa. Muchos tipos de urbanismo y de planificación existen
actualmente. Urbanismo táctico, planificación normativa, estratégica, etc. Pero
lo que resulta más importante, es tener un enfoque mucho más pragmático que teórico.
O mejor, una teoría que pueda ser puesta en práctica de forma más rápida y
asequible a la mayoría de la población. Un modelo que permita enfocarse no en
los productos sino en los procesos que están situados en centro del quehacer
urbano. Como así sucede en el urbanismo táctico o en la planificación estratégica,
los procesos no están definidos. En muchos casos se busca reforzar no solo el
resultado sino también los procesos que intervienen en el. La construcción de
la ciudad no solo dependerá de los resultados positivos o negativos que
tengamos, sino de las redes y vínculos que se generen en la construcción de
esas soluciones. La planificación
entendida como un proceso horizontal más que vertical exige cambios
transformativos.
3.
Reimaginar la planificación será un proceso negociado, que involucra
dialogo y promoción.
“Las soluciones no están en la planificación
per se, sino en el dialogo entre el Estado y los otros”. El proceso negociado requerirá
dialogo pero también liderazgo para que funcione y para que cambiemos la forma
en que los gobiernos piensan en la urbanización, el urbanismo y la planificación.
Pareciera un corolario de los puntos 1 y 2. Cambiar el paradigma actual
requiere involucrar a todos los actores involucrados [básicamente a todo el
mundo]. Las nuevas reglas del quehacer urbanístico deben ser necesariamente el
resultado de un proceso de negociación donde el Estado, la ciudadanía y los técnicos
discurran entre los diferentes mecanismos que existen para generar ciudad y
escoger los más idóneos. La clave de
estas negociaciones [si algún día llegan a darse] estarán en la capacidad de
cada actor de movilizarse y promover la necesidad de ponernos de acuerdo en cómo
vamos a vivir y cómo vamos a construir nuestro hábitat.
4.
Reimaginar la planificación requerirá involucrarse con el desarrollo
institucional y organizacional. “¿Quién va a determinar nuestro
futuro? Institucionalmente es una cuestión de gobernanza, es una cuestión política”.
La brecha entre instituciones y personas aumenta. “La cuestión final es la cuestión
sobre la regulación”. Lo que estamos buscando no es más regulación, sino mayor
calidad. La especialización
funcional no es un simple capricho. A medida que las ciudades y los procesos
que interactúan en ellas se vuelven más complejos, más complejos serán sus
habitantes y sus instituciones. Por complejo no nos referimos necesariamente a más
complicado, pero si a más diverso. En este sentido estas nuevas normas del
quehacer urbano tienen que estar enfocadas en generar oportunidades de
intercambio y de creación. No solo es importante definir los roles, pero también
la forma en que diferentes actores pueden trabajar en conjunto para resolver un
problema. La construcción de ciudad implica el encuentro de recursos [humanos, técnicos,
materiales, financieros, etc.] en múltiples escalas y momentos. Ya no podemos hablar de control urbano sino
de cooperación y co-operación urbana.
5.
El desarrollo e implementación de estrategias de participación e innovación
pueden generar una visión y proceso de planificación reimaginado. “Si hablamos de planificación, tenemos que hablar también de la práctica
– de la acción”. “Sin importar de lo que hablemos acerca de las estrategias, la
única cosa en la que todos estamos de acuerdo es en que la política siempre
importa”. “¿Cómo lidiamos con la brecha entre el pensamiento radical y la acción
colectiva?”. La participación
puede darse de diversas formas y en diferentes niveles [local, regional,
nacional, internacional]. Lo que es invaluable es desarrollar estas formas en
las que las prácticas en la planificación pueden ser compartidas, probadas,
desarrolladas, transformadas… En la
medida en que generemos mayores oportunidades de encuentro en diferentes
escalas y momentos, en esa misma medida podremos impulsar nuevas formas de ver
y hacer ciudad.
6.
Reimaginar la planificación requerirá un proceso de aprendizaje
continuo. “Supongo que uno de los retos más dramáticos ha
sido la exhortación a desaprender”. “Hemos hablado de lo que se está
aprendiendo, dónde se está aprendiendo, y cómo se está aprendiendo”. “Claramente
tenemos que mejorar en cómo aprendemos a través de diferentes experiencias”. El reto no es necesariamente “desaprender”,
sino aprender con la mentalidad de que no existe solución final en el quehacer
urbano. Cada cierto tiempo se romperán paradigmas, formas y teorías que
sustentas las prácticas actuales. Este constante cambio pudiéramos asumirlo
como propio del hombre, pero también como propio de la ciudad. Ambos como
organismos vivos, que crecen, cambian, se mueven, producen y consumen, están
inexorablemente en constante movimiento so pena de morir. Así también debería ser
la práctica urbana, siempre en movimiento siempre cambiando junto con los retos
y necesidades de la ciudad y el quehacer urbano.
@jomagumo
El artículo citado al inicio del post fue escrito con
motivo de la conferencia conmemorativa del aniversario 60 del ‘Development
Planning Unit’ de la University College of London, titulado “Reimaginando la Planificación
en el Sur Global Urbano”.
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