Nuestras Ciudades necesitan ponerse a dieta. Fuente: Un Lector en Accion |
Una de las cosas de las que no
podemos escapar, es de esa máxima económica que dice que estamos en un mundo
con recursos finitos y necesidades
infinitas. La ciudad, al igual que ese mundo del que hablan los
economistas, en una realidad que no escapa de esa máxima; ésta, alberga
personas con necesidades no solo infinitas sino siempre cambiantes.
Otra de las cosas que también es
ineludible es el hecho de que como civilización, hemos aprendido que la ciudad
es el invento humano que permite satisfacer de la forma más económica posible [referido a la máxima que
mencionamos anteriormente] esas necesidades que llamamos infinitas. Sin embargo, la llamada racionalidad económica se encontró con el problema de que el ser
humano no es un ser racional del todo por lo que debemos, desde lo individual
hasta lo social, atender esta verdad.
En el momento quizá más glorioso de
nuestras ciudades en el mundo, nos enamoramos de un modelo que dependía de un petróleo
barato, movilidad personal [carro particular] privilegiada, y ciudades cada vez
más distantes entre sí y más esparcidas en el territorio. ¡Grave error! Después
de la crisis económica mundial del 2008, no fue coincidencia que las ciudades
que mejor pudieron manejarse a través de la tormenta fueron aquellas totalmente
opuestas al modelo moderno [carro-céntrico] de aquellas ciudades del boom de la
post-guerra.
Estas tres cuestiones íntimamente
relacionadas entre sí, nos traen al tema de los Road Diets o las “Dietas
Viales”. Esta política surge por muchas razones, siendo la principal una de
seguridad. De acuerdo al Department of
Transport de EEUU, estas dietas pueden
reducir los accidentes de tránsito hasta un 29%, y en ciudades pequeñas hasta un
50%. Aunque la idea no es nueva, el hecho de que las dietas viales estén
respondiendo ahora a unas consideraciones económicas indica un cambio en las
formas en que hacemos ciudad, ahora desde una perspectiva más moderada y de
menor despilfarro.
La funcion principal de las dietas viales es reducir los puntos de conflicto. Fuente: Iowa Department of Transport |
Las dietas viales tienen como
objetivo reducir la cantidad de conflictos en la vía. Esto quiere decir que se
reducen el número de vías para circular y se colocan vías compartidas de giro [un
concepto que no se utiliza en Venezuela]. Sin embargo, los verdaderos
beneficios de las dietas viales están fuera de las vías. Reducir el espacio
vial, significa que existe más espacio que puede ser utilizado para otros modos
de transporte –como la bicicleta, y para aumentar el espacio destinado al peatón.
Además, estos cambios invitan a desarrollar usos del suelo alternativos que
aprovechen mejor esta “congestión peatonal creada” que permite generar
oportunidades económicas adicionales. Por último, las dietas son una política
relativamente barata puesto que los cambios requeridos no suponen creación de nueva
infraestructura sino la reutilización de la existente.
Una tipica dieta vial: De cuatro canales a ciclovias, dos canales y cana compartido de giro. Fuente: PCCSC |
Sin embargo, el problema real de
estas “dietas” no es la dieta en sí misma. Es que hayamos tenido que llegar al
punto de necesitarlas. Es una cuestión de sentido común que las vías de las que
dispone una ciudad sirvan a todos y no solo al vehículo. Tuvimos que pasar por
una crisis económica para darnos cuenta que los asuntos de la ciudad también deben
ser tratados con racionalidad económica. La necesidad de vías que acomoden de
forma representativa y democrática, a los diferentes usuarios [peatones,
bicicletas, transporte público, vehículo particular, etc.] es fundamental
porque las vías y el espacio público que la calle representa deben estar
vertidos al servicio de los usuarios más desfavorecidos.
Las dietas están para quedarse sin
duda alguna. Pero como en nutrición, siempre es mejor comer de la manera adecuada.
Es decir, siempre es mejor que la ciudad esté orientada a crear espacios de
calidad –que además movilicen la mayor cantidad de personas posible, y que
permitan al peatón disfrutar de las oportunidades de la ciudad.
En Venezuela, tenemos que comenzar
por reclamar el espacio que le pertenece al peatón. Las aceras no son
estacionamientos, las calles tampoco lo son [a menos que así este señalado].
Las ciudades no pueden estar pensadas para atravesarlas todos los días por
necesidad, sino que deben estar pensadas para recorrerlas con ganas de
vivirlas. Pero para ello, deben garantizar que los que no tienen carro [la gran
mayoría] no necesiten de dietas para que se les respete su derecho a la ciudad –como
diría Lefebvre. Sin embargo a nuestras ciudades no solo le salen dietas, sino
que también les toca empezar a “comer mejor”, por así decirlo.
¡Es una cuestión de sentido común!
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